martes, agosto 08, 2006

Lucía y el sexo - (no, no es un blog de películas)

Independientemente del tipo de relación, ya sea casual o “formal”, una mujer SIEMPRE desea ser percibida como especial por el otro. Chicos, a ver si nos entendemos, no tiene que ver con ser la novia, con compromisos ni nada por el estilo. Necesitamos (por lo menos las mujeres apasionadas, sensibles y profundas), generar relaciones que tengan el mismo nivel de apasionamiento, sensibilidad y/o profundidad, así sean de una noche. Lo que nos mata es descubrir que no pudimos despertar en el otro el gen mágico que lo habilita para percibir lo que hay de especial en nosotras. Las relaciones tienen que ser especiales. Ya hay bastante basura cotidiana en nuestra vida, no? (que me perdonen Agnès Heller y todos los que hallan que la vida cotidiana es una cosa de lo más interesante: no lo es). Eso, y ciertos contactos con el arte y la naturaleza son la única puerta que tenemos los que no somos brujos ni magas (por lo menos, no en esta vida), para acceder a la dimensión mágica de las cosas.
Si las relaciones son un aprendizaje, es, por cierto, de lo más frustrante descubrir que un hombre no aprendió nada con nosotras. Claro que, como consuelo, podemos pensar que esto se debe más a su condición de madera balsa que a otra cosa. Pero entonces nos tenemos que enojar con nosotras: ¿por qué permitimos a ese pedazo de madera balsa que entrara en nuestra vida? La respuesta es muy simple: porque no somos tan estúpidas como para desperdiciar una posibilidad de magia, por pequeña que sea. Aunque quede en chispas, o en nada. No cambio un destello de magia por años de tranquila y apacible cotidianeidad...

Estoy muy densa hoy con el tema de la magia y lo cotidiano, no? Ya sé que supuestamente no son cosas antagónicas (supuestamente). Estoy en mi segundo intento de bajar Lucía y el sexo, una película de Julio Medem. Tiene una secuencia bajo el agua que es la mejor explicación que se me ocurre y que me ahorraría muchas disquisiciones....porque una imagen (o mejor, una secuencia de imágenes), ya saben, is still an image, y el bla bla bla siempre pierde con eso. Yo no sé porqué me gusta tanto escribir...después me la paso diciendo que lo que cuentan son los hechos, no las palabras, y cosas por el estilo.

Me puse a pensar en esta película a raíz de una conversación con un hombre que por supuesto ignora que yo me puse a pensar en la película, ignora el porqué y seguramente ignora la película misma y probablemente suponga que la encuentra en la sección porno de su videoclub amigo. Hoy hablábamos con una amiga acerca de que muchas veces asumimos para los hombres el rol de disparadores de una película ideal que tienen en su cabeza, que por supuesto no tiene que ver con lo que nosotras somos sino con lo que a ellos les pasa, y que en cuanto les caen las fichas de que no somos la personita ideal que fantaseaban, se van, porque la mujer de carne y hueso nunca les interesa tanto (ni remotamente) como la princesa de papel que tienen en la cabeza. Bueno, me doy cuenta de que yo sigo el mismo esquema disparador-película, pero en un sentido diferente. Ese hombre es el disparador, sin saberlo, no de una imagen ideal, sino de la magia. No quiero que sea perfecto. No necesito que sea perfecto. Sólo necesito esos rasgos difusos e incompletos a partir de los cuales las imágenes vienen en cascada y se terminan las palabras (un placer tan extraño para alguien a quien le gusta tanto escribir!). El amor, decíamos hoy con mi amiga, no tiene que ver con las idealizaciones, con chicos de sonrisa impecable que entonan lamentos de corazones rotos y no sé qué otras boludeces que sólo sirven para confundir y estupidizar a la gente. El amor no son palabras. Nunca son palabras. Son, decía mi amiga, hechos. Implica un trabajo que no todos pueden/quieren afrontar. Por eso prefieren vivir en la fantasía de las idealizaciones, donde todo es un enamoramiento contínuo. La atracción, por grande que sea, no equivale a amar a alguien. Sin embargo, pienso que en una atracción que sea a la vez física y de alma, sí existe el amor, podamos verlo o no. Hay grandes problemas de miopía en esta época, y no tiene que ver con las largas horas pasadas frente a los monitores precisamente. Somos demasiado escépticos, demasiado racionales, demasiado irónicos, demasiado posmodernos para el amor. Estamos tan liberados que lo que nos cuesta no es encontrar frenos, sino estímulos, como decía con palabras mucho mejores Baudrillard (acá tengo que poner un link a su artículo Después de la orgía, si lo encuentro...como venimos hoy con las referencias, pareciera que estamos a un pasito del pornoblog...todos los que piensen eso salgan YA! :)


Hoy tuvimos una conversación a la hora del almuerzo...ah, pero qué conversación. Muy resumidamente, y sin ahondar en los múltiples ejemplos que surgieron, el tema era las actitudes sexuales de las nuevas generaciones, que nos dejan a los de 30 para arriba con una líbido cercana a la de la novicia rebelde...Resulta que ahora las adolescentes no quieren versos de amor, se cansaron de sus madres y hermanas mayores que escuchan a Luis Miguel (algo bueno tenía que tener el asunto!), se cansaron del verso y quieren sexo sin vueltas. Pero no sexo así nomás con un novio o pibe x, no, quieren experimentar con relaciones múltiples, homosexuales, swingers...Es como que están aburridas antes de empezar...la posmodernidad, vio. Mis compañeros parecían divertidos, pero un observador más agudo habría podido leer el pánico en sus rostros. Es la peor fantasía, la mejor pesadilla del macho argentino hecha realidad...

Pero bueno, disgresiones aparte, esto venía a cuento de ilustrar que, con semejante panorama, definir lo que es no ya el amor, sino la atracción, se complica...como vivimos en la era de la información, tratamos todo lo que ingresa a nuestro sistema como información, información que tenemos que conseguir, y el sexo no es una excepción. La gente, en su mayoría, está o bien atiborrada, o bien aburrida, o bien confundida acerca del sexo. Esto sucede porque en la mayoría de las relaciones, de las casuales a las instituídas, el asunto tiene ya muy poco que ver con el amor y sí bastante con el poder y la supervivencia (emocional). Sí, señores, porque no es moco de pavo sobrevivir a esta cotidianeidad tan linda y artificial que nos hemos construído...

Bueno, pero tampoco quería hablar puntualmente de sexo ;) Es que, ni bien uno tira un poco de la madeja, sale todo el entramado de links! Obviamente que esto tiene que ver con la magia, también. Si leyeron hasta acá y les interesa el tema pero ya están aburridos de tantas idas y vueltas, un consejo: bájense la peli, o alquílenla. Es mejor que todo lo que yo pueda contar.

Para ir redondeando (uffff...al fin!), parece que desde una lógica racionalista el enamoramiento sería la fase de magia (Freud diría de estupidización, pero bueno, vamos a obviar a este buen señor burgués que no me es del todo simpático), mientras que el amor propiamente dicho correspondería a una reducción de la magia compensada por el aumento del conocimiento del otro (termina lo ilusorio y empieza lo real. Chan) Dicho de otro modo, es ahí realmente cuando dejamos de fantasear y podemos realmente conocer a otra persona y eventualmente amarla por lo que es. O también: sólo podemos amar verdaderamente lo que conocemos verdaderamente. Sin embargo, hay algo en este razonamiento que no me cierra, y es que, como todo lo racional, deja de lado lo espiritual. Y eso es justamente lo que nos perdemos. Lo que minimizamos. Recuerdo muy claramente las veces que he sentido, momentos muy puntuales, que estando con alguien todo se iluminaba de pronto, sin saber porqué. Eso es magia. Es amor, también. Y ahí va mi teoría: podemos sentir amor aunque no amemos puntualmente a alguien. Y claro que eso engancha, y uno lo atribuye al otro, y ahí el terapeuta de turno pone el grito en el cielo, porque claro, en esta lógica mercantilista de las relaciones en las que vivimos, antes de decidir lo que uno siente o deja de sentir tiene que evaluar lo que da, lo que recibe, etc, etc, a riesgo de convertirse en dependiente, neurótico o masoquista. (estas reflexiones son las que me hacen felicitarme por haber terminado mi relación con los discípulos del buen señor burgués!) Lo que importa, finalmente, no es la circunstancia, ni el otro, ni nosotros, sino ese momento, esa luz. Eso hace que todo valga la pena. Pero hay que saber soltarlo también. Estamos culturalmente condicionados para apegarnos a esos momentos, para querer poseerlos, y es como querer impedir que el viento arranque las hojas de los árboles. El problema es que no entendemos la naturaleza de las cosas y queremos moldearlas a lo que (creemos) es nuestra naturaleza (que no es tal, sino cultura). Por eso me gusta la filosofía oriental de simplemente sentarse y observar en quietud, sin crítica ni apego. Y terminó siendo un post de Withman en un jardín zen...en fin.

No sé muy bien qué es amar a alguien. Pero tengo una idea de lo que es el amor. El amor no son palabras. Nunca son palabras. Es un momento luminoso que pasa, porque pasar es la naturaleza de los instantes, a través del alma de aquel que sabe percibirlo.

Las mujeres somos puentes a esos momentos de luz. Están, biológica y espiritualmente, más cerca de nosotras. Y sips, los hombres se la pasaron siglos guerreando (bah, creo que andan en eso todavía), compitiendo en torneos a ver quién tenía la lanza más larga, en fin, esas cosas, mientras nosotras paríamos hijos, tocábamos la lira y hablábamos de hombres con nuestras amigas...(¿revolución sexual? ¿cuál revolución?). En tanto las mujeres ignoremos nuestro rol de mediadoras y sigamos jugando a las víctimas o masculinizándonos, no podemos ayudar a los hombres a cruzar esos puentes (el puente hacia el infinito, como decía Richard Bach, y con esta cita pierdo definitivamente a todos mis posibles lectores intelectuales....chauuuuuuuuuu). Y, gente, lamento decir, pero algún puente o algo hay que inventar, porque tal y como estamos administrando el mundo en que vivimos, estamos en el horno mal...ecológica, política, social, emocional y por supuesto espiritualmente hablando. Eso es lo malo del paradigma de la masculinidad (el odio, la guerra, el individualismo), igual que lo malo del paradigma de la femeneidad es la victimización y debilidad que permite que lo anterior exista (hablo en términos abstractos).

Lucía (adivinaron, la de la película) es una de esas mujeres valientes que tienden un puente sin preguntarse hacia dónde...ella tiende un puente porque sabe que puede hacerlo. No importa si le va bien o mal. Ojo con mujeres así, son las que son verdaderamente poderosas (no Condoleza Rice o las que tienen tetas de silocona...cuac!).

Y sí, me gustan los paréntesis y me la banco ;)
 
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